Gracias por quererme. Gracias por cuidarme. Gracias por mirarme con misericordia y conocerme.
Gracias por los dones que me regalaste y por aquellos que me ayudaron a identificarlos. Gracias por mi alegría, que endulza la vida. Gracias por la fortaleza, que lleva a sus espaldas trabajos y fatigas. Gracias por la confianza, que me permite plantear mi vida sin agobios.
Gracias por mi esposa, la compañera que me regalaste para compartir la vida. Gracias a ella crezco y me hago mejor cada día. Las diferencias nos impulsan hacia más arriba y las dificultades que juntos superamos, hacen de nuestra obra algo de mucho valor. Gracias por el proyecto que tenemos entre manos y por la casa abierta que hemos construido.
Gracias por mis hijos, la más tierna de tus caricias. Gracias por sus abrazos, por sus besos, por sus miradas y corazones, cada una distinto. Gracias por hacerlos sensibles a Ti y ayudarles a comprender que lo que no se ve también esta.
Gracias por mi familia y por los amigos que me rodean. Gracias por sentirme protegido a su lado, querido sin condiciones, aceptado en mi desnudez. Gracias por poder tener un hombro sobre el que llorar, una presencia constante con la que seguir caminando. Gracias por saberme escuchado por ellos. Gracias por sus desvelos, por sus preocupaciones, por sus cuidados. Gracias por la infancia que tuve y por los que se cruzaron en mi senda.
Gracias por el privilegio de disponer de lugares de descanso, de reflexión, de oración, de meditación.
Gracias por esos nombres concretos que llenan la vida de ilusiones, proyectos, iniciativas… Gracias por cada uno de ellos y ellas. Abren puertas nuevas hacia nuevos senderos aún por recorrer. Gracias por la oportunidad. Gracias por las personas.
Gracias por poder ver el mar, por sentir el viento en mi piel. Gracias por poder ver tantas cosas bellas y por poder correr hacia ellas. Gracias por la música, por todo aquello que me pone los pelos de punta y que, a su manera, me acercan a ti.
Gracias, finalmente, por salvarme a cada hora. Gracias por romper mis cadenas, por no quererme esclavo de la oscuridad y el desasosiego. Gracias por echar madera en la hoguera de mi esperanza y por seguir Tú esperando de mi algo mejor. Gracias por no cansarte. Gracias por esperarme.
La vida es distinta cuando uno agradece todo aquello que tiene. La mirada cambia y el corazón queda predispuesto de una manera nueva. Tal vez, dar gracias sea una de las más bellas oraciones que podemos elevar al cielo…
Hoy solo quiero decirte ... ¡Gracias!
(SALMO 137)